La celosa guardiana
El fin es el medio
La celosa guardiana de la libertad de expresión
Sarelly Martínez Mendoza
La celosa guardiana de la libertad de expresión
Sarelly Martínez Mendoza
NOTICIAS DE CHIAPAS
29 de febrero de 2008
(Con permiso del director de ese diario José Juan Balcázar, publicamo este texto en nuestro blog)
(Con permiso del director de ese diario José Juan Balcázar, publicamo este texto en nuestro blog)
Aunque esto sucedió en una sala de redacción de Valencia, España, bien pudo haber ocurrido en cualquier periódico chiapaneco.
Un reportero, recién metido al periodismo, le propuso al director del Diario de Levante que lo comisionara para cubrir una corrida de toros en un pueblo cercano de Valencia.
A los dos días, aparecieron dos notas perfectas: la primera se refería al peso, nombre y bravura de los animales; en la segunda, se ofrecían detalles de la corrida, toreros, rabos y orejas cortadas.
De regreso a su redacción, comenta Rafael Brines Lorente, del Diario de Levante, el director se le fue enfurecido:
–¡Conque buena corrida, eh! ¿Tú sabes que hubo un descarrilamiento de trenes en Alcázar de San Juan y no llegaron los toros y no hubo corrida? El gobernador te quiere matar.
Pero el aprendiz de periodista, no se preocupó, y pidió viáticos para resarcir el desaguisado, porque dijo que se inauguraría la iluminación del parque. “La esposa del gobernador es la madrina; les invitaré dos botellas de champaña, les haré una buena reseña, y verás cómo se calma todo...”.
Casi al cierre de la edición, el joven reportero regresó a la redacción y escribió su crónica. Describió a la madrina, al gobernador, incluso las tijeras que se habían utilizado en la ceremonia inaugural... Todo perfecto.
Sin embargo, al día siguiente por la tarde se presentó el gobernador buscando al reportero “para matarlo”, pues la inauguración no se había llevado a cabo por fallas en la instalación eléctrica.
Escondido atrás de su máquina de escribir, el periodista novato se permitió alzar la voz y explicar con mucha propiedad:
–Vamos a ver: ¿cuál era la obligación de su esposa, con todos mis respetos? Acudir elegante a la ceremonia. ¿Cuál era su obligación? Cortar el listón y pronunciar un discurso. ¿Cuál era la obligación del electricista? Que aquello funcionara. ¿Cuál era mi obligación? Escribir la crónica. ¡Soy el único que ha cumplido y voy a ser yo el culpable de todo! ¡Pues no señor!
Y aquel gobernador rechoncho, en lugar de matar al periodista, se soltó una tremenda carcajada, y se volvió un incondicional del reportero imberbe.
***
Ayer balconearon a mi amiga Ubilia Pérez Coutiño, delegada de Comunicación Social en San Cristóbal, por haber mandado un correo donde pedía que los reporteros de ese lugar le enviaran sus notas antes de ser publicadas. Quien no la conozca, ha de pensar que es la Santa Inquisición personificada. Pero no. Es una mujer respetuosa que no osaría cambiar una coma en la información de los reporteros. Además en estos tiempos, ¿quién enviaría su trabajo para revisión a las oficinas de prensa? Nadie, a no ser, claro, que el escribidor sea empleado de gobierno. Y de que hay casos los hay. A los periodistas, sin esas ataduras, no les queda más que sonreír ante tan inocente petición… A propósitos de estos temas, quien ha estudiado a profundidad la autocensura es Alain Basail Rodríguez, investigador del Cesmeca de la Unicach. Su libro, El lápiz rojo, producto de su tesis doctoral, aborda la mano correctora que ejerció ese innoble oficio en la Cuba de finales del siglo XIX... “¿Censura en Chiapas?”, se preguntó una vez el maestro Gervasio Grajales. Y él mismo se respondió, con una verdad que ha llegado al siglo XXI: “Aquí la celosa guardiana de la libertad de expresión es la tesorería de Palacio de Gobierno”… Ni hablar.
1 Comentarios:
Sin palabras.
No podía quedar más atajado el asunto que con las palabras del buen Sarelly.
Un saludo Chaino. Gran trabajo actualizando el blog a diario.
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