EL PERIODISMO EN CHIAPAS

Este es una bitácora exclusivamente para textos relacionados con la historia del periodismo en Chiapas. Para exhibir los aciertos y desaciertos, dislates, cosas chuscas y otros detalles que reflejen la idiosincrasia del periodismo chiapaneco. Tantas cosas y situaciones que veo y leo que no quiero que se pierdan en el tiempo, quiero documentarlo y compartirlo. Advierto que para nada pretendo congratularme u ofender a persona alguna.

sábado, agosto 30, 2008

De Arcadio Acevedo


HISTORIA DEL GOBERNADOR QUE SE PROPUSO MATAR EL HAMBRE POPULAR DE UN TIRO

Arcadio Acevedo


Estimado Chaíno: De manera intermitente, pero siempre con mucho agrado, visito tu blog. La última vez me topé con unas líneas tuyas que me aluden en buenos aunque inmerecidos términos. Gracias.

En el mismo texto haces referencia a una especie de nanodebate bizantino, surgido a propósito de las virtudes y defectos periodísticos de mi hermano Carlos Ernesto –latifundista de mis afectos fraternales- y míos.

Como parte interesada, permíteme esclarecer dos puntos:

1. El periodista mayor de los dos, soy yo. Dicho sea sin falsa modestia ni resquicio de duda: nací cuatro años antes que él.

2. El periodista mejor de los dos es Carlos Ernesto. Dicho sea con un gran orgullo por la cepa de donde procede. Y con harta envidia de mi parte.


LOS MENJUNJES DEL ARDIDO

Sucede con frecuencia: encuentro en la calle a personas que me saludan efusivamente, me felicitan por mi agudeza mental, por el humor con que aderezo mis pergeños columnísticos. Y cuando mi ego está a punto de estallar, el pinchazo: “Soy asiduo lector de Quijoterías”, confiesan. Como sabes, Chaíno, Quijoterías se llama la columna que escribe mi carnal desde hace catorce años.

Morado de envidia, buscando justificar la popularidad de mi hermano y mi esplendoroso anonimato, hace un tiempo me decía: “Así qué chiste, mi carnal escribe en Cuarto Poder y yo en Expreso. Este último, diría Emmanuel Carballo, tiene “la única virtud de conservar inéditos los artículos que ahí se escriben pese a tener años de haber sido publicados, porque no tiene lectores”. “Expreso –solíamos bromear entre colegas- es el mejor antídoto contra la acendrada vanidad del periodista: Ahí, no nos leemos ni nosotros mismos”.

Pero luego recordé que, cuando coincidimos mi hermano y yo en las páginas del democrático periódico, él acaparaba los siete lectores. Entonces, pese a mi orgullo maltrecho, hube de aceptar que, tal vez, la preferencia de los lectores no depende de la facha del periódico sino de la inteligencia de las plumas que ahí se manifiestan. ¡Snif!

Esperando haber colaborado a desfacer el entuerto, te deseo suerte y salud. ¡Salud¡ Y te invito a leer el mini relato de ficción que sigue:

El gobernador, tenido en los ámbitos bursátiles por franquicia muy rentable, importado ex profeso por los dueños del capital político y económico para incrementar sus beneficios (de ellos y de él), un día prometió liquidar de un solo tiro el hambre de su pueblo. En un día.

Nada en la vida es gratuito. Pagó 235 millones de pesos a los expertos comilones de España y el Defe, elaboradores del plan. Gastó mil 100 millones de pesos en la publicidad mediática previa; otros dos mil millones en la mañana del día señalado por él para exterminar el hambre (evento al que llegó año y medio atrasado, conforme a su inveterada costumbre).

En la fausta, memorable fecha, corrieron ríos de trago. Hubo güisqui para el señor y sus colaboradores e invitados especiales: 2 mil 896 defeños, 679 extranjeros, 684 representantes del medio artístico nacional, entre cantantes, teiboleras, malabaristas, contorsionistas, misses, toreros, etcétera.

También fueron invitados cien autóctonos con apellidos rancios condicionados a servir las mesas antes y recoger, después, el tiradero.

Hubo posh para los nativos sobrevivientes de “mi amadísimo pueblo, carne de mi carne y sangre de la suya”, según propias y sentidas palabras del gobernador más aplaudido de cuantos han sido ovacionados por saquear esta maltratada tierra.

Ese día la marimba tocó sin parar veinticuatro horas. Doscientos treinta y tres noches antes, una tras otra, habían ensayado arduamente, llevando serenatas a las queridas de los funcionarios del gabinetazo, los bailongos y otra cadena de jolgorios inventados por los servidores públicos y financiados por la raza.

Se lanzaron 132 mil cuetes al aire, sin contar los 487 mil fallidos por deficiencias en su fabricación (algunos carecían de pólvora, otros de vara. Y los más de pólvora y vara). Se quemaron 927 fuegos de artificio… Y algunas centenas de invitados e invitadas, ya bajo los efectos del alcohol.

“El evento resultó apoteósico –decía al día siguiente el boletín oficial-: Los 212 ciudadanos aborígenes (algunos inauguraron los últimos metros de su intestino esa tarde. N de la R) , con lágrimas en los ojos, agradecieron al gobernador, digno hijo de su padre, tan noble e incomparable hazaña”.

Nada hay perfecto en este mundo: El prieto en el arroz, fueron los dos muertos a machetazos. Todo a consecuencia de un error de cálculo: la empresa rusa, encargada de elaborar los 212 tamales típicos del estado sureño para los ciudadanos, en honor de cuyos estómagos se había armado el jolgorio, calculando que un cuarenta por ciento de mugrosos nativos no habría de desplazarse doscientos, trecientos, cuatrocientos o más kilómetros sólo para echarse un pinche tamal, por muy ruso que fuese -las encuestas no mienten-, habían elaborado nomás ciento cincuenta.

Los invitados de fuera, pobrecitos, tuvieron que conformarse con devorar insulsos cortes de reses argentinas y candienses e indigestos platillos a base de moles poblanos y talxcaltecas).

Los dos rijosos, hoy occisos, eran nativos desconsiderados. Sin el menor respeto por la investidura y buena digestión del gobernador y sus prominentes invitados, se habían sacado las tripas mutuamente disputando por la mitad del último tamal de bola. Si por lo menos hubiera sido de chipilín o yerbasanta...

Rumbo al mediterráneo, a bordo del avión gubernamental, que en su campaña había prometido vender en aras de la necesaria austeridad, rumbo al Mediterráneo, viaje prescrito por su médico de cabecera para obligarlo a descansar de tanta ingratitud: "En sentido contrario al refrán, uno no tiene el pueblo que se merece", pensó el gobernador, al filo de las lágrimas, sorbiendo el tercer champán del día.


Nomás hacé clik abajo para bolar,
de gorra, con Los Bolonautas
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