De la burocracia

El fin es el medio

De la burocracia

Sarelly Martínez Mendoza
12 de mayo de 2008

En Andamios, Mario Benedetti plantea que si la burocracia funciona es porque alguien, no obstante la indiferencia de sus compañeros, se obstina porque la maquinaria, aun con rechinidos, siga su marcha.
Eso está pasando en la mayoría de las dependencias de Chiapas. El comentario de la gente común y corriente, como yo, es que los burócratas están más dedicados a la grilla que a su trabajo.
Jefes de departamento, directores y secretarios están más preocupados por preservar la chamba que por establecer un plan a largo plazo, coherente y consistente. Se ve, además, tanta orfandad en experiencia y capacidad de los funcionarios que uno se sorprende que la burocracia no se haya desbielado.
Debe haber alguien en las dependencias, como en la novela de Benedetti, que intenta cumplir con su tarea. Es un personaje ignorado pero que está salvando a la burocracia.


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Los exquisitos toman el poder. Mandan. Ordenan. Despiden. Contratan. Recontratan. Su presencia se hace notar. Son los exquisitos.


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La única profesión de fe de los periodistas debería ser la crítica, el examen y la duda. Es posible que lo haya dicho Paz. Por si acaso, lo reescribo.


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Ahora sí, de Paz (Puertas al campo):

“Me parece útil, de todos modos, repetir que para mí la salud moral y política de una sociedad se mide, en primer término, por la capacidad crítica de sus escritores y por la posibilidad de hacerla pública. La crítica es la única vacuna contra la peste del siglo XX –la peste autoritaria”.
Agrego: Escritores, poetas, periodistas, profesores, abogados, médicos. Es decir, todo líder de opinión.


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Uno de mis tres lectores me llamó para decirme que lo que escribí el viernes en este espacio se sale de toda proporción. Tiene razón. Me refería a la prensa nacional, no a la local.
La local, ya sabemos, vive en la excelsitud. Hace suyo el derecho de crítica y autocrítica; investiga y profundiza en los temas, con reportajes certeros y precisos. Vive de sus miles de lectores y de la publicidad de la iniciativa privada.
No, yo me refería, a la prensa nacional: tan dependiente del gobierno; tan indiferente al cambio. Tan corrupta.
Cada pueblo genera su propia prensa. Eso ni qué.

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En plática en corto con Jacinto Rodríguez Munguía, el autor de La otra guerra secreta, me comentaba que el buen periodismo también es negocio. Un negocio extraordinario, me decía.
Sí, claro, le respondí, pero es una tarea imposible cambiar la mentalidad de los empresarios de la información que no han visto mejor camino que el gobierno (el único lector, gran lector y elector) para enriquecerse.

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¿Se ha dado una vueltecita por el Parque? ¿Ha visto las decenas de diarios, semanarios e interdiarios que han surgido? Tienen servicio de las principales agencias del mundo, constan de cien páginas, cuentan con una enorme planta de reporteros (capacitados por Prensa y Democracia) y una maquinaria de última generación.
Su contenido, sobra decirlo, encierra lo mejor de los géneros periodísticos de nuestro bendito país.
Sólo falta desear larga vida a esos heraldos de la información, pues se han propuesto no publicar halagos ni aplausos fáciles al gobernador, a los secretarios o a los diputados.

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La mejor manera de asegurar la libertad de la prensa es ser propietario de una prensa: Rupert Murdoch.

sarellym@gmail.com