EL PERIODISTA NO ES EL CENTRO DEL UNIVERSO
EL PERIODISTA NO ES EL CENTRO DEL UNIVERSO
Tony Guillén desde España
Tony Guillén desde España
Comparto totalmente los argumentos y opiniones del bueno amigo Isaín Mandujano (aunque no me pidió apoyarlo) sobre sus comentarios de delitos contra el honor.
Sin tanto rollo, diré con todo respeto a los colegas, que el periodista y su actividad cotidiana no le hace ni más ni menos que los demás seres humanos, ni mucho menos ostentar, vanidosamente, un pasaporte especial para caminar, comer, cobrar, decir y escribir.
Esto lo menciono a manera de tratar de traducir (aunque está muy cacareado) del lenguaje legal o académico a lo llano de toda la retórica desbordada sobre el marco legal del tema en referencia que empezó a construir Pablo Salazar Mendiguchía al principio, durante y al final de su gobierno de seis años.
Compartiendo un poco mi experiencia profesional en los medios de comunicación en Chiapas, Guadalajara y México y también desde la otra acera de las oficinas de prensa públicas (que no necesitan mi experiencia porque hay gente mucho más experimentada y con gran talento en la entidad), tenemos que reconocer, por muchos ratos, que el periodista (me incluyo) se siente el
centro del universo y héroe.
El periodismo y el periodista son necesarios para la sociedad porque directamente participan en la construcción de la democracia.
Quizás eso de creerse el centro del universo, obvio que no todos, se deba en mucho a que en la academia y en la filosofía cotidiana de los medios de comunicación (en todo el mundo) se induce (sin abundar) el germen de que el periodista está para servir a la sociedad, a orientarla, informarla, educarla y hasta modificarle su conducta, casi como valores paternales y dogmáticos.
Pero luego viene el apartado o salto B que es cuando el periodista (sobre todo si está en un medio importante de su región o de su país) se da cuenta de que sus comentarios tienen repercusiones e impactos, no sólo en el ciudadano de a pie (aunque no se hacen muchos estudios científicos al
respecto pero si encuestas) sino en las “grandes” estructuras del poder público.
Y es en este marco, que el periodista distrae el interés de contar y buscar historias colectivas y más bien selectivas y termina haciendo retórica más que periodismo.
De pronto también surge el apartado C que es cuando el periodista pasa a ocupar el espacio de protagonista de la noticia, donde a veces ya no importan los hechos (esto más en televisión) sino como lo dice, como lo actúa, como gesticula, etc.
En Estados Unidos son más comunes estos síntomas, donde la palabra y la imagen son valores agregados a la noticia, mientras en Europa (aunque menos los ingleses) el periodista actúa aún más como canal.
En ninguna parte del mundo (aunque en varios países asiáticos y árabes si se juegan la vida literalmente si tocan con el pétalo de una rosa a la autoridad, tanto porque hay leyes que restringen como gobiernos intolerantes y militares), la libertad de expresión y de informar está concesionada.
Sonará medio retórico esto pero es cierto y no se pueden inventar tantas palabras para referirse al tema, pero es una realidad que la libertad de expresión no es propiedad de nadie, mucho menos del periodista, porque una cosa es que trabaje cotidianamente con canales de expresión y otra es que use y se hagan leyes para el comunicador y lo peor, que se hagan leyes para limitar.
El periodista que se siente poderoso y pide o apoya “silenciosamente” una concesión para ejercer su labor, con todo respeto, no debe ser periodista, y si debe ocupar una plaza de mal político, de esos que abundan y se sienten iluminados y que hablan de tu a tu con Dios y con el diablo.
Al respecto, ilustraré un caso de un “poderoso” periodista. Cuando yo estaba al frente de una oficina de prensa, cotidianamente llamaba para saludar o saber si algún jefe de información, editor o Director de algún medio de comunicación tenía interés de alguna información de la empresa que representaba.
Me acuerdo con precisión. Marco el número del medio y me contesta el director. Saludo con respeto pero tuteando como es mi modo pue: ….”hola que tal cómo estás, saludarte y comentarte siiiii….”De inmediato y con voz alta y fuerte me interrumpe con un ¡¡tú quién te crees!!!….”oye, oye, ¿nos conocemos? ¿para que me tutees?…soy el Lic. Tal…disculpa”.., fue lo único que le dije y continué el tema de mi interés.
Los periodistas no podemos estar en una esfera de cristal. Los periodistas no podemos estar al margen de la ley. Los periodistas no demos tener un pasaporte a la impunidad. Los periodistas no pueden estar por encima de los demás.
Una ley exclusiva para periodistas, no debe existir. Es un mal “regalo” del poder público y no creo que la gente (la que observa con critica a los medios) aplauda y se congratule de saber que hay personas de primera y de segunda, “protegidos” por una ley.
Entiendo que los poderes en turno y algunos medios de comunicación, como en todo el mundo, tengan sus intereses propios y alguno que otro mezquino.
Me acuerdo con precisión. Marco el número del medio y me contesta el director. Saludo con respeto pero tuteando como es mi modo pue: ….”hola que tal cómo estás, saludarte y comentarte siiiii….”De inmediato y con voz alta y fuerte me interrumpe con un ¡¡tú quién te crees!!!….”oye, oye, ¿nos conocemos? ¿para que me tutees?…soy el Lic. Tal…disculpa”.., fue lo único que le dije y continué el tema de mi interés.
Los periodistas no podemos estar en una esfera de cristal. Los periodistas no podemos estar al margen de la ley. Los periodistas no demos tener un pasaporte a la impunidad. Los periodistas no pueden estar por encima de los demás.
Una ley exclusiva para periodistas, no debe existir. Es un mal “regalo” del poder público y no creo que la gente (la que observa con critica a los medios) aplauda y se congratule de saber que hay personas de primera y de segunda, “protegidos” por una ley.
Entiendo que los poderes en turno y algunos medios de comunicación, como en todo el mundo, tengan sus intereses propios y alguno que otro mezquino.
Pero a mi me da la impresión de que un gobierno, cualquiera que sea, que promueva leyes que restrinjan es carecer de imaginación para gobernar y de crear estrategias de convivencia respetuosa o más o menos respetuosas y otra, es no tener el valor de encarar lo que se tenga que encarar en el marco de las diferencias.
La vanidad en democracia no sirve a nadie. Sólo en las pasarelas de moda.
Hoy puede haber luna de miel entre el poder y algunos, pero en el día a día, en la oferta y la demanda, en la comunicación política, en los acuerdos políticos, no hay nada escrito ni nada seguro.
Tony Guillén Albores
Madrid, España.
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