EL PERIODISMO EN CHIAPAS

Este es una bitácora exclusivamente para textos relacionados con la historia del periodismo en Chiapas. Para exhibir los aciertos y desaciertos, dislates, cosas chuscas y otros detalles que reflejen la idiosincrasia del periodismo chiapaneco. Tantas cosas y situaciones que veo y leo que no quiero que se pierdan en el tiempo, quiero documentarlo y compartirlo. Advierto que para nada pretendo congratularme u ofender a persona alguna.

miércoles, noviembre 25, 2009

“Sí hay justicia divina”, dice el escritor Hernán Becerra Pino


“Sí hay justicia divina”, dice el escritor Hernán Becerra Pino

Oscar Sumuano

GENTE SUR

Jueves 15 de marzo de 2007 num. 128

Profesor universitario, poeta y periodista multipremiado, además de trotamundo incansable, es un escritor que ha superado todos los avatares que el destino le ha puesto en el camino y ahora es un ferviente creyente en Dios, luego de haber sido un marxista ateo

Con frecuencia se dice que la realidad supera la ficción. En el caso del escritor tapachulteco Hernán Becerra Pino se cumple literalmente esta máxima. Su vida es como una novela de aventuras, ya que ha viajado por todo el mundo, desde Japón a la India, de Alemania a Tailandia y de Canadá a la Patagonia. Habla 5 idiomas “más lo que se acumulen”, dice entre risas.

Ganador de 2 premios nacionales de periodismo José Pagés Llergo, por sus libros de entrevistas a personalidades de la literatura y de la política, distinguido con la Cabeza Olmeca que entrega la Plataforma Cultural Tabasco con el apoyo del gobierno de ese estado y de la Sociedad General de Escritores de México, en reconocimiento a su vasta obra poética, Becerra Pino también es profesor de periodismo en la facultad de Ciencias Políticas de la UNAM.

La entrevista se desarrolla en su modesto departamento de la colonia Portales, en un ambiente relajado y de franca camaradería, revela a Gentesur detalles significativos de la vida de su familia y de la suya propia.

Nace en 1957 y es hijo del médico Romeo Becerra Lara y de doña Gloria Pino Ochoa. Sus primeros años los pasa bajo el techo de la casa de su tío Gamaliel Becerra Ochoa, quien fuera presidente municipal de Tapachula de 1951 a 1952, diputado local en varias ocasiones y presidente del Tribunal Superior de Justicia de Chiapas de 1971 a 1976. Fue el iniciador de la modernización de esa ciudad, ya que fue el primero en introducir el drenaje, agua potable, alumbrado público y comenzó a pavimentar las calles.

Pero los personajes más interesantes para la vida social de Tapachula de mediados del siglo pasado fueron su abuela Adela Ochoa y el hermano de ésta, Raquel, ambos originarios de Ocozocuautla.

El primero en arribar a la llamada Perla del Soconusco, debido a su bonanza cafetalera y cacaotera, fue su tío abuelo Raquel, a finales de la década del 30, que llegó como barrendero a una de las fincas del legendario Enrique Braun, pero con el tiempo se hizo propietario, en sociedad con Manuel Gris, de la finca San Vicente.

En esa época aprovechó a comprar muchos bienes raíces en la ciudad y finalmente fundó una gran tienda frente a la antigua estación del ferrocarril llamada Los leones. En ese periodo de prosperidad, don Raquel llevó a su hermana Adela a Tapachula, quien en ese entonces era una maestra rural en Coita. La abuela del escritor fundó el estanquillo La Fortuna, hoy en manos de su madre doña Yoya, como le dicen a las Glorias de cariño.

Pero doña Adela Ochoa se convirtiría en un memorable personaje en la sociedad tapachulteca debido a su corazón bondadoso. El trabajo duro y tenaz le rindió sus frutos con generosidad. Luego de La Fortuna, Adela fundó La Cruz Blanca, famoso y legendario restaurante ubicado en una de las esquinas de los portales Pérez, frente al parque central de la ciudad.

En los años 50 y 60, cada semana se formaban largas filas de menesterosos en la banqueta de La Fortuna, para que doña Adela les entregara un apoyo económico, que les servía para comer o para surtir las recetas médicas de los enfermos. Esta costumbre, al paso del tiempo, hizo que la memoria de la caritativa dama se perpetuara en la memoria social tapachulteca y no en una fundación, como pudo haber sido si hubiera atesorado sus recursos.

Sobre su formación profesional, Hernán Becerra Pino relata que originalmente vino a la ciudad de México a estudiar leyes en la UNAM, pero lo rechazaron porque podía hacerlo en San Cristóbal de Las Casas, en Chiapas. Como no quiso regresar, entonces se inscribió en Sociología en la UNAM y Economía en la UAM. Supuso que no iban a aceptarle en los 2 lugares, pero se quedó en ambos y así completó las 2 carreras, una por la mañana y otra por la tarde, aunque en Economía no se tituló. Con el tiempo ingresó como profesor en la UNAM, hasta la fecha.

De sus recuerdos más memorables como estudiante hay uno en particular que lo pone muy triste, porque involucra a varios de sus familiares. En concreto a su primo Ramiro Gordillo, a la mamá de éste, su tía Carmen, hija del abuelo Raquel Ochoa, y a la esposa de este último, Guadalupe Monterrosa.

Sucede que como los padres de Hernán no querían que viniera al Distrito Federal a estudiar, le dieron muy poca ayuda económica, por lo que él ahorró dinero vendiendo telas de Guatemala en Tuxtla Gutiérrez. Cuando llegó a la ciudad de México en 1976, todo ese dinero lo “guardó” en el compartimiento de las baterías de una vieja grabadora.

Con ese dinero le pagó a dona Lupe un mes adelantado de hospedaje y el resto lo dejó en el reproductor. A los pocos días, al regresar de la UAM, vio que su primo Ramiro salía del baño con la grabadora y al revisarla, se dio cuenta de que su dinero había “desaparecido”.

Al reclamarle a todos ellos, lo que hicieron fue echarlo a la calle, sin dinero y casi sin ropa. Desde luego que le contó a su padre la situación, pero se negó a ayudarlo, “esa es tu responsabilidad”, le dijo.

“Fue muy traumático para mí, y como lo que no mata fortalece, pues salí más fuerte de ese trance”, confía.

“Años después, un día me llamó el tío Eduardo, hermano de mi tía Carmen, para decirme que la tía Lupe estaba muy grave. Al ir al hospital de La Raza, la vi doblada como mono saraguato quejándose de dolor. A los pocos días murió. Quien recibiría el cadáver era mi tío Eduardo, pero por algún trámite él se ausentó y esa tarea me correspodió a mí. Ella estaba convertida en una piltrafa”.

“Allí comprobe que sí hay justicia divina -dice-. Todo lo que haces en la vida se te revierte. Yo no creía en Dios porque fui marxista. Pero después de haber superado una pancreatitis, que me mantuvo casi al borde de la muerte y ver el final que tuvo doña Lupe, estoy convencido de que Dios existe. Parte de este testimonio viene en mi próximo libro.

“Desde entonces, hago el bien por conveniencia. Todo lo bueno o malo que hagas en la vida se te revierte potencializado. Por eso hago el bien para que me vaya bien”, comenta filosóficamente el escritor, que toda su vida se ha dedicado al magisterio y quien presenta el día 23 su más reciente novela, La gran mentira, en la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.

¿Por qué se intitula La gran mentira?

Me refiero a Estados Unidos, ese país es la gran mentira para los millones de indocumentados que llegan en la búsqueda del sueño americano, de mejores condiciones de vida, pero lo que encuentran es enfermedad, prostitución, delincuencia, vicios y muerte.

“Elpidio, el protagonista, es un hondureño que sale de San Pedro Sula en la búsqueda de una vida menos ingrata, termina prostituyéndose en Los Ángeles con el dueño de una juguería llamada El Vampiro. El otro protagosnista es un salvadoreño que termina de home less (indigente), los 2 se encuentran y experimentan una serie de vicisitudes como si estuvieran en una jungla, pero ésta de concreto”.

“El disparador de esta novela es una mujer de Durango, que mi alter ego, llamado El Mexicano, en la segunda parte del libro, intitulada La hembra, que conoce en Mazatlán y con la que sostiene un tórrido romance, quien se va de mojada a Las Vegas y desde allá lo manda llamar. El llega a las 2 de la tarde al aeropuerto pero ella no va recogerlo sino hasta las 10 de la noche, luego de repetidas llamadas.

“En el camino le pregunta por qué está tan seria y le responde que ya lo cambió por otro. ¿Me cambiaste por un chino?, le dice, y ella responde: no, te cambié por un alemán, un BMW”.

En realidad, explica el escritor, la segunda parte de la novela es el pasado, el comienzo de la historia, y la primera es la continuación, sólo que la estructura de la novela busca romper con la linealidad de la narración y crear otra atmósfera, para que el lector siempre tenga la curiosidad de por qué pasan las cosas y sólo en el epílogo se encuentran las respuestas a las dudas que plantea el texto.

La obra del periodista

Además de los varios libros de poesía, Becerra Pino también ha publicado La máquina de escribir, serie de entrevistas con el escritor Federico Campbell, editado por el Centro Cultural Tijuana y el Conaculta. Tiene en su haber un libro de cuentos, El baúl de Matías, que vio la luz con el sello de Editoral Praxis, mientras que Edamex le publicó Los escritores chiapanecos opinan sobre el EZLN.

La vena literaria la mostró desde muy temprano, ya que su tesis para obtener la maestría en sociología por la UNAM estuvo basada en una de las primeras grandes obras de Mario Vargas Llosa, la cual se intitulo La guerra del fin del mundo, entre la fantasía y la realidad, que le valió mención honorífica. La historia novelada de Vargas Llosa, cuenta Becerra Pino, lo llevó a investigar al mismo lugar de los hechos la gesta heroica de los indígenas que fueron exterminados en aquella parte amazónica de Sudamérica, en donde la tierra “aún conserva el color de la sangre derramada por los guerreros aborígenes”.

Ha sido colaborador de los suplementos culturales más prestigiados.

En 1997 ganó por primera vez el Premio Nacional de Periodismo José Pagés Llergo con su libroLatinoamérica entrevistada, en donde aparecen precisamente Mario Vargas Llosa, además de Augusto Roa Bastos, Ernesto Sábato, Jaime Sabines, Eliseo Diego, Jorge Rufinelli, Fernando Benítez, Leopoldo Zea, Gabriel Figueroa y Carlos Fuentes. En 2005 lo obtiene por segunda vez, en esta ocasión con el libro México entrevistado,en el cual aparecen, entre otros, Mariana Frenk, de nuevo Leopoldo Zea, Elena Poniatowska, José Agustín, Cuauhtémoc Cárdenas, Álvaro Ruiz Abreu, Rafael Ramírez Heredia, Luis González y González, Víctor Hugo Rascón Banda, Lauro Zavala, Ikram Antaki, Carlos Monsiváis y Eugenia Revueltas.

En 2004 se le entregó el Sol de Oro, Premio al Mérito Profesional, que otorga el Círculo Nacional de Periodistas, además de ser miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y de la Sogem.


FUENTE: http://www.gentesur.com.mx/articulos.php?id_sec=7&id_art=1032

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