Políticos y periodistas

jueves 05 de junio del 2008
Políticos y periodistas
Sarelly Martínez Mendoza* /
Columna: El fin es el medio

Diario: Noticias de Chiapas
4 de junio de 2008

No hay duda de que la crítica periodística es soluble en la amistad, en el dinero o en la represión.

Periodistas que no caerían jamás en la tentación del peine sucumben ante los valores de la amistad auténtica.

Nada más meritorio pero tampoco nada más delicado porque puede prestarse a disquisiciones éticas y a monsergas morales, sobre todo cuando se intenta responder a quién debería el periodista ser leal: ¿a la sociedad o al amigo?

Miguel Ángel Granados Chapa dice que nunca criticaría a un amigo si lo encuentra en una falta grave: “Yo, señala el columnista, primero le quitaría mi amistad y después lo criticaría”.

Los norteamericanos, apegados como son a códigos deontológicos, buscan que los reporteros no establezcan amistad con sus fuentes, mucho menos que su trabajo periodístico se vea sesgado por la lealtad con los personajes públicos.

La amistad entre periodistas y políticos es inevitable. El trato frecuente que surge entre ambos personajes por la búsqueda de información los lleva a la amistad o incluso a relaciones amorosas.

Ambos son especies distintas, con mundos e intereses divergentes. Mientras que el político se encarga de ocultar lo negativo, el periodista intenta exhibirlo.

“Los políticos y los periodistas, ha dicho Julio Scherer, se buscan unos a otros, se rechazan, vuelven a encontrarse para tornar a discrepar. Los políticos trabajan para lo factible entre pugnas subterráneas; los periodistas trabajan para lo deseable hundidos en la realidad. Entre ellos el matrimonio es imposible, pero inevitable el amasiato. La sangre del político no es igual a la sangre del periodista. Corren por venas distintas y alimentan organismos distintos. No hay manera de unir sus torrentes sin envenenarlos”.

Octavio Paz escribió en no sé qué libro que la distancia con el príncipe es la única garantía de independencia para el escritor, para el periodista y para el intelectual.

La amistad con los políticos limita y mutila el pensamiento de los periodistas. No hay nada más soluble en la crítica periodística que una amistad con el político, porque una crítica a un amigo es alta traición, deslealtad bizarra, que amerita fusilamiento o linchamiento público.

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De David S. Broker:

Es mejor mantener una sana distancia con los políticos que acercarse mucho a ellos.

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Jacobo Zabludovski, quien la semana pasada cumplió 80 años, dedicó su columna más reciente a hablar precisamente de este tema. Recordó que José Pagés Llergo no deseaba tener amigos políticos, porque la amistad le impedía escribir con libertad sobre ellos, opinar acerca del desempeño de sus cargos públicos, denunciar sus tropelías, exhibir sus torpezas.

“Él, que era un devoto de la amistad, anteponía ésta al deber periodístico, a la tentación profesional de ganar una exclusiva a costa de la relación personal cultivada con el cuidado de un tejido de encaje. Durante los muchos años de trabajar en su revista observé cómo, sin dudar un instante, evitaba escribir el mínimo ataque a un amigo, aunque nunca dejó de publicarlo si lo firmaba algún colaborador, cuyos trabajos eran respetados como dogmas.

“Practico el ejemplo de Pagés y cuido de no molestar a los pocos amigos que me quedan, pero nunca he sabido reaccionar sin dificultad cuando me encuentro de pronto con alguien a quien no traté con dulzura en alguno de mis comentarios periodísticos. En esos casos procuro parecer frío, actuar con naturalidad, disimular que estoy alerta en espera de algún reproche”.

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Lippman aconsejaba que los periodistas deberían mantener ''cierta distancia'' emocional y social, respecto a los sujetos: “A los presidentes y otros políticos de menor jerarquía les encanta tentarnos con invitaciones, citas y recuerdos, y cada vez que nos tragamos alguna de esas tentaciones, perdemos un poco de nuestra independencia”.

sarellym@gmail.com