EL PERIODISMO EN CHIAPAS

Este es una bitácora exclusivamente para textos relacionados con la historia del periodismo en Chiapas. Para exhibir los aciertos y desaciertos, dislates, cosas chuscas y otros detalles que reflejen la idiosincrasia del periodismo chiapaneco. Tantas cosas y situaciones que veo y leo que no quiero que se pierdan en el tiempo, quiero documentarlo y compartirlo. Advierto que para nada pretendo congratularme u ofender a persona alguna.

viernes, octubre 07, 2011

El ombudsman, como mecanismo de autorregulación: Castillejos Ambrocio

El ombudsman, como mecanismo de autorregulación

José Luis Castillejos Ambrocio ©

Periodista internacional, promotor de la Ética y Deontología del Periodismo

joseluiscastillejos@gmail.com

Estimados colegas y amigos:

Soy de Chiapas, pero vengo desde Perú, un país anclado frente al Pacífico, a 5,000 kilómetros al sur de aquí y sé que desean saber cuál es mi visión respecto al periodismo en América Latina y cómo desarrollan los periodistas de los medios de comunicación su trabajo cotidiano bajo la vorágine noticiosa, el acoso del narcotráfico, en algunos casos, y presiones gubernamentales y hostigamientos en regiones apartadas de la geografía continental.

Llevo tres décadas ejerciendo el periodismo y de ellos 22 años en las agencias internacionales Associated Press, de Estados Unidos, Reuters, del Reino Unido y ahora en Notimex de México. He pasado hasta hoy, jueves, de 8,066 días trabajando la información con exactitud, precisión, rapidez, sobriedad, credibilidad, rigor y neutralidad.

Tuve que hacer este breve recuento porque hay algunos colegas que recién me conocen.

En esta ponencia vengo a plantear aquí la conveniencia de comenzar un proceso de autoregulación en los medios lo cual podría generar alegría en unos, insatisfacción en otros y quizás hasta sea provocadora la propuesta de la que Chiapas no puede sustraerse.

1. Los medios de comunicación y la autorregulación

Si bien es cierto que la prensa, la radio, la televisión y el Internet son medios y estímulos de la democracia, paradójicamente, algunos periodistas son pocos democráticos pues con total ligereza denuncian, acusan, señalan y cometen errores sin que exista un control de calidad y alguien que “defienda” al lector, al oyente o al televidente de eventuales contenidos agresivos y hasta sin sustento de investigación periodística.

Frente a ese escenario, mi planteamiento se basa en la urgencia de entrar a un proceso de autoregular conductas para evitar tentaciones o darle pauta a quienes desde hace tiempo han tenido la intención de censurar a la prensa o entablarle demandas judiciales a los periodistas por el delito de difamación. Es aquí donde puede encajar la figura del Ombudsman o defensor del lector, del televidente, del cibernauta o del radioescucha. Esta es una alternativa viable, no hay que temerle pues no juega un rol de censor sino más bien de “controlador” de la calidad de los textos que se publican, o se transmiten a través de radios, televisoras o portales de Internet.

Es conveniente que exista un adecuado derecho de acceso a la información de calidad ante al gigantesco poder de los medios de comunicación, algunos de los cuales se han convertido en grandes consorcios empresariales donde predomina la lógica comercial con todo lo que ello implica, descuidando en muchas ocasiones los contenidos periodísticos y privilegiando la apología a la violencia, los escándalos, dejando de lado el rol de formadores de opinión.

No es casualidad que al amparo del poder, que les dan los medios de comunicación, algunos empresarios se sienten dueños de un poder absoluto e intentan cambiar hábitos de consumo, arrasar culturas, y pretender homogenizar audiencias, y en casos extremos, estimular conflictos en las zonas donde tienen influencia. Otros más intentan orientar la economía y la política.

Es el Ombudsman, según mi parecer, el mecanismo que debe existir para que los medios salgan bien librados de los crecientes reclamos de precisión o rectificación de sus distintas audiencias pues este puede analizar los yerros y poner los puntos sobre las íes cuando un periodista falla en su labor comunicacional y algún medio se resista a corregir.

Pero ¿Quién debe elegir al Ombudsman, veedor, procurador o defensor del lector? ¿Es el medio de comunicación el encargado de realizarlo?; ¿Es la sociedad la que lo designa o algún estamento del gobierno quien deba decidir el futuro de los medios y su control de calidad? Ese es el debate en el que aún no se ponen de acuerdo los grandes medios de la información. Hay algunas experiencias exitosas en Brasil, Colombia y en los países escandinavos por lo que falta expandir esta figura.

Una sociedad se mantiene libre cuando dispone de mecanismos que le permita confrontar propuestas, mediante la libre expresión y circulación de ideas, la búsqueda y difusión de informaciones, la posibilidad de indagar y cuestionar, de exponer y reaccionar, de coincidir y discrepar, de dialogar.

Pero ¿qué pasa cuando “por encargo” (y lo entrecomillo) algún comunicador la emprende contra algún funcionario, empresario, líder o político y sin mayores aspavientos lo señala de corrupto, lo califica, lo tilda y lo lanza a la hoguera de la crítica sin que el afectado pueda defenderse en el mismo espacio en el que fue atacado?. Es aquí donde entra a tallar la labor del Ombudsman pues de no existir pruebas la persona señalada quedará, para siempre, manchada y el público tendrá la percepción de que, efectivamente, es responsable de los delitos que se le imputan, a través de la pluma de algún comunicador.

Los ciudadanos tienen derecho a recibir información imparcial y oportuna y hallar en las informaciones respuestas a sus problemas colectivos, crear consensos, permitir que el desarrollo beneficie a todos los sectores, ejercer la justicia social y avanzar en el logro de la equidad.

En la Carta de Chapultepec los mismos periodistas rechazamos, con vehemencia, a quienes postulan que libertad y progreso, libertad y orden, libertad y estabilidad, libertad y justicia, libertad y gobernabilidad, son valores contrapuestos.

Sin libertad no puede haber verdadero orden, estabilidad y justicia. Y sin libertad de expresión no puede haber libertad. La libertad de expresión y de búsqueda, difusión y recepción de informaciones sólo podrá ser ejercida si existe libertad de prensa pero esta debe realizarse bajo el paraguas de la responsabilidad y la ética.

Hace unos días un tribunal de Ecuador confirmó la sentencia en contra del diario El Universo, por una columna de opinión aparecida en ese medio que el Presidente Rafael Correa estimó injuriosa hacia su persona: tres años de cárcel para el director, un ex editor y dos directivos, más una multa de US$ 40 millones de dólares, algo así como unos 560 millones de pesos mexicanos, lo que dejará al matutino en la quiebra. En un hecho, sin precedentes, Correa se desplazó a la ciudad de Guayaquil para estar presente en la lectura del fallo por una demanda judicial que él había entablado "a título personal".

El fallo se enmarca en un contexto más que preocupante para la libertad de expresión y el derecho a la información y, por ende, para la democracia ecuatoriana. La relación entre el Ejecutivo y los medios de comunicación ha sido marcada durante años por una lógica de persecución a la prensa no afín al gobierno.

La acusación de Correa ocurrió a partir de un editorial publicado por El Universo el 6 de febrero pasado, donde se aseguraba que durante la sublevación policial de 2010, fecha en que el Mandatario permaneció rodeado por policías armados en el Hospital del Regimiento de Quito, había dado la orden de ser rescatado por las Fuerzas Armadas. Esta y otras aseveraciones motivaron las acciones legales que terminaron con la polémica sentencia.

¿Qué falló en el medio de comunicación o en la posición de Correa? La respuesta es que ninguno quiso ceder espacios para el diálogo y prefirieron radicalizar, ambas partes, sus posiciones. Una presunta ligereza de un columnista, según la visión oficial, afectó, a la postre, al diario y el gobernante ecuatoriano se regodeó de su éxito judicial.

Mientras tanto en Venezuela, los periodistas no la pasan bien. El Independent Venezuelan American Citizens denunció un nuevo atentado contra la libertad de expresión e indicó que poniendo como excusa (a los damnificados venezolanos) nuevamente se agrede a libertad de prensa al allanar sin medida judicial ninguna (un recinto privado) y ahora se pretende expropiar el galpón de la imprenta donde se produce el diario “El Nuevo País” que pertenece al periodista Rafael Poleo y que denunció la gravedad que significaba tener bases misilísticas en Venezuela propiedad de Irán.

Pero ¿son los presidentes de Ecuador, Rafael Correa o de Venezuela, Hugo Chávez “depredadores de la libertad de expresión”? Sus críticos dicen que sí y desde el poder mediático, que ellos manejan, dicen no, que lo único que hacen es defenderse de las críticas que sin sustento les lanzan algunos periodistas.

El panorama no es más halagador en Honduras donde han asesinado recientemente al decimoquinto periodista desde el golpe de Estado que depuso al ex presidente hondureño Manuel Zelaya, el 28 de junio de 2009.

Sombrío o totalmente oscuro, según quieran verlo. Así es el panorama. El acoso se ha extendido, incluso, contra blogueros como la cubana Yoanni Sánchez a quien se le impide salir de Cuba para ir a exponer sus ideas por el mundo y a recibir las condecoraciones que las tiene merecidas por ventilar en el Internet los acontecimientos internos de la isla.

El 2010 fue un año plagado con retrocesos en la libertad de prensa y amenazas a los periodistas en el mundo, según Reporteros Sin Fronteras (RSF), que reportó 57 asesinatos de comunicadores para ese período.

En general es alarmante lo que pasa en la región donde 259 periodistas han muerto violentamente en América Latina en los primeros once años de este siglo. El 2011 del cual estamos a menos de tres meses de que concluir este oscuro año se perfila como uno de los más violentos de la última década. Según el Comité para la Protección del Periodista, hasta esta semana han sido asesinados 20 periodistas en la región.

Desde el anonimato y en voz baja, los medios de comunicación, como los de la región norte de México, coinciden en que la razón principal de estas muertes no hay que buscarlas muy lejos y hay que poner la mirada en los poderosos grupos del crimen organizado, particularmente del narcotráfico que no se andan por las ramas cuando de silenciar periodistas se trata. Los analistas coinciden en que en algunos casos las instituciones estatales son débiles para responder a esta amenaza.

Existe la vergonzosa infiltración de los grupos criminales en las organizaciones policiales encargadas de combatir al crimen organizado y poco hacen por defender al último eslabón de la larga cadena social, es decir a los periodistas.

Los periodistas que denuncian la presencia de los grupos armados o la forma sobre cómo estos operan se convierten en enemigos, en potenciales blancos a eliminar y en esta lucha sin cuartel del narcotráfico y la criminalidad organizada los comunicadores para nada son la prioridad de la política de seguridad del Estado.

Catalina Botero, Relatora Especial para la Libertad de Expresión en América Latina y El Caribe asegura que varios gobiernos “no han entendido que la defensa de la libertad de expresión, no solo es compatible con el rescate por la seguridad y la lucha en contra de esos grupos armados, sino que es un elemento necesario de esa lucha. Sin la menor duda, según su percepción, una prensa crítica, fuerte, que haga su tarea es el mejor aliado de las instituciones en el rescate por la seguridad”.

Emprender una campaña de prevención de la violencia en contra de los periodistas, mediante información pública, el entrenamiento del personal de seguridad, un discurso de los funcionarios públicos que de la bienvenida a los reportajes críticos, al periodismo de investigación, y no que lo estigmatice, es la propuesta de quienes ven un peligro constante en el trabajo de informar.

En este contexto hay un alto nivel de impunidad pues de 871 asesinatos de periodistas a nivel mundial desde 1992, 545 aún están sin resolver y es tristemente México el país que está catalogado como uno de los más peligrosos del mundo para quienes ejercemos el periodismo. Doce comunicadores han perecido desde principios del año y el más escandaloso y reciente caso es el de María Elizabeth Macías, quien fue decapitada y exhibida en una plaza pública en el estado deTamaulipas. Impunidad o la ley del narco con el mensaje por delante o “plata o plomo”, “silencio o tumba”. Así de directas las cosas.

Frente a este acoso contra la prensa creo que hay que potenciar las denuncias a través del Internet. Hay que tomar en cuenta que a la fecha hay 1,970 millones de usuarios de Internet en el mundo de los cuales están en Asia: 42%, Europa: 24 %, Estados Unidos: 13,5 %, - Latinoamérica: 10,4 %, Africa: 5,6 %, Oriente Medio: 3,2 %, Oceanía: 1,1 %. Ellos pueden ser el eco de la silenciada voz de los comunicadores. Adicionalmente se deben potenciar los mecanismos de defensa a través de organizaciones periodísticas serias que trabajen en ello y que no sean sólo clubes sociales de los periodistas. Compañeros, amigos, hay mucho trabajo por hacer.

Pero hay que iniciar en paralelo un proceso de profesionalización frente a la mercantilización de la noticia que le quita a la información periodística toda su dignidad, y si algo le restaba fue desapareciendo con el paso del tiempo en manos de personas que llegaron al periodismo, no por pasión, sino por cálculo económico.

Hay muchos problemas en torno a la prensa. En lo cotidiano, según el connotado Darío Restrepo, nos enfrentamos al proceso de proletarización del periodista que, de ser líder de la sociedad, llegó a ser sobreviviente, es decir, alguien que desempeña el oficio para mal comer.

En esas condiciones el periodista cambió de bando y dejó de estar al servicio de sus lectores para estar bajo las órdenes de sus patrones, los empresarios o de políticos que no quieren ver ventilados sus yerros administrativos en la prensa.

El resultado está a la vista en varias regiones de México: el producto es malo, deficiente, hay un precario lenguaje en la escritura, se confunden los géneros periodísticos y con ligereza se descalifica, desde algunos medios de comunicación, a políticos, empresarios, líderes y diversos funcionarios, si estos no se apegan al capricho del periodista.

Hay una doble moral en el balance: por un lado, los comunicadores exigen espacios de libertad pero son poco democráticos cuando algún afectado reclama la rectificación. Poco se está haciendo, desde los medios, frente a la creciente degradación de la información y del periodista en tanto las empresas sólo ven al receptor de información al momento de sacar las cuentas del rating y las cifras de circulación o los “clicks” o entradas en las páginas de Internet.

Es aquí donde la tarea del Ombudsman o Defensor del Lector, del Radioescucha, del Cibernauta, o del Televidente se vuelve complicada pues debe ser él quien realice una especie de fiscalización o mejor dicho una función parecida a la del departamento de control de calidad en una fábrica para evitar que los medios de comunicación caigan en excesos.

El Ombusman debe contribuir a cambiar la actitud de la arrogancia de los medios de comunicación, que de dueños exclusivos de la verdad, pasan a ser interlocutores en unos casos, mediadores casi siempre entre los distintos sectores de la sociedad.

El proceso para este cambio se avizora muy lento pero en los países donde se ha experimentado se detectó que el lector deja de ser alguien ajeno a los medios de comunicación, se le da un nuevo valor y se le da su real valor como parte de una comunidad que sustenta la libertad de expresión.

Un defensor es más que un simple oidor de quejas, más que un inspector de calidad. No busca ser el relacionista público del medio de comunicación que supervisa, ni hace las funciones de jefe de redacción, sino que es la voz moral de la sociedad. Sus críticas hacia el medio que analiza deben ser recogidas con seriedad pues es, en pocas palabras, la voz de los sin voz.

Restrepo lo dijo alguna vez: "El defensor defiende la credibilidad del periodista y por eso la estimula a fortalecerla y defenderla porque a mayor credibilidad del periodista, mayor credibilidad del medio y un medio con credibilidad les presta a sus lectores el máximo de los servicios: una información en la que puedan creer".

La semilla ha comenzado a sembrarse y los comunicadores de países que están empujando con fuerza en materia de comunicación, los políticos, periodistas, y la sociedad en general, creen conveniente que se inicie un proceso de autorregulación como una forma de frenar los excesos de unos medios sometidos exclusivamente a criterios de mercado.

Hay voces extremistas en naciones de Sudamérica que pugnan por el retorno a la censura y el control, y por tanto creo que la autorregulación es un mecanismo para frenar esas tentaciones pues al ejercer, con sentido de responsabilidad, el periodismo desde sus diversas formas de presentación, se impide las formas autoritarias del controlismo que intentan ejercer en al menos cuatro naciones de tendencias socialistas.

¿Qué función desempeña un Ombudsman, sirven los pregonados códigos de ética. No hay una especia de duplicidad entre lo uno y lo otro?. Desde mi punto de vista aunque están hilados, se aproximan, tienen roles casi parecidos pero no llegan a juntarse, ya que el primero es quien hace recomendaciones, en tanto la ética es algo que debe estar metido dentro de lo profundo del ser del periodista.

La figura del Ombudsman nace en Estados Unidos y los países escandinavos y se ha ido expandiendo poco a poco. Esa figura ya está en algunos medios de España, Brasil, Colombia y en México ya se comienza a hablar de la autoregulación en momentos de crisis para los medios.

La figura de este abogado de la sociedad o defensor del público conocido en los medios como “Ombusdman”, nació allá por 1809 en Suecia para recibir y tramitar las quejas ciudadanas acerca del funcionamiento del gobierno y la administración pública. Se ha replicado, desde entonces, esa figura en otros países europeos y se ha hecho frecuente su presencia en algunos países con el nombre de Defensor del Pueblo, pero lamentablemente estos procuradores no han trabajado directamente con los medios de comunicación y han optado por sólo analizar el tema de las violaciones a los derechos humanos, cometidos por los aparatos de seguridad del Estado y los grupos alzados en armas de algunas naciones.

En 1969 se creó formalmente en Suecia el Ombudsman de la Prensa, cargo público que formaba parte del Consejo de Prensa. Aunque este Consejo existía desde 1916, había resultado poco efectivo y se quiso revitalizarlo incorporándole la figura del ombudsman para recibir y gestionar las quejas ciudadanas de cualquier medio del país.

Pero fue en Estados Unidos donde se introdujo esta figura en un periódico particular para atender únicamente las quejas de ese medio.

2. Funciones y roles del ombudsman

2.1. Recibir las quejas del público que se siente estafado por los medios de comunicación. Los errores de los periodistas, los datos falsos o inexactitudes deben ser vistos, analizados y formular recomendaciones. Hay asuntos bastantes polémicos como el tratamiento de las informaciones y otros contenidos del medio. Además, las de quienes se han visto afectados por una noticia y no están satisfechos con ella.

La presencia del Ombudsman garantiza al menos que el público o el afectado reciban una explicación y, en caso de tener razón, que vean además reconocido públicamente el error por el propio medio. En Perú sólo la revista Caretas publica semana a semana los errores en los que incurren sus redactores lo que constituye en una especie de “jalón de orejas” para quienes ejercen el periodismo y cometen yerros.

El trabajo del ombudsman, cuya condición es que sea valiente, independiente y transparente ha comenzado a generar cambios en los medios que han aceptado este mecanismo, redundando en credibilidad en las informaciones que se propalan. Es mejor corregir desde casa a que un tercero te lo haga ver y por eso es que el Ombudsman más que perjudicar al medio de comunicación lo ayuda a preservar su mayor activo: La credibilidad. Con ello los medios que quieren madurar y ser realmente profesionales dan un gran salto y el público acaba agradeciéndoles con la adquisición de más ejemplares de periódicos, o la sintonización del canal televisivo, la radio o mayores visitas en la página de Internet.

Es pertinente corregir el camino, dejar la arrogancia e incapacidad de reconocer las fallas cuando estas existan. En virtud de que los medios realizan una labor de escrutinio, de fiscalización sobre la acciones del gobierno, de los sindicatos, de organizaciones populares y otras entidades, es conveniente que se transparenten y no se excluyan de esa fiscalización.

Si somos tan buenos para criticar aceptemos las críticas, reformulemos el trabajo, elevemos el nivel profesional. Aunque no sea muy agradable lavar la ropa sucia en casa en el periodismo sí es conveniente hacerlo para fomentar en la sociedad el sentido de responsabilidad en virtud de que los medios son informadores, pero sobre todo formadores de opinión.

No veamos como un acto negativo, ni despotriquemos contra el Ombudsman pues si se comete un error o hay inconductas en la labor periodística, lo menos que debe hacer quien la cometió es auto-corregirse.

Quienes así lo han entendido son los comunicadores de los diarios españoles El País y La Vanguardia y en sus respectivos estatutos recalcan:

i. Los profesionales afectados por una investigación tienen siempre derecho a ser escuchados y a comprobar que se recoge su versión en la respuesta a los lectores.

ii. Toda investigación del Defensor es siempre confidencial y ninguna persona ajena al caso tiene acceso a ella antes de la publicación del resultado.

iii. El Defensor no puede inmiscuirse en el derecho al secreto profesional de los periodistas, así como en sus otros derechos individuales o colectivos.

iv. En sus respuestas a los lectores ha de evitar los juicios de valor sobre el comportamiento profesional de los miembros de la Redacción, limitándose a ofrecer una versión de lo acontecido.

v. Si el profesional considera que su imagen ha salido gravemente perjudicada por la publicación del Defensor del Lector puede exponer su problema a la Dirección o, en El País, al Comité de Redacción, que buscará una solución mediada al conflicto.

vi. Si en su ejercicio el Defensor vulnera los derechos de algún miembro de la Redacción o se extralimita en sus funciones puede ser cesado por la Dirección.

Es válido y a título particular el Ombudsman puede mostrar su artículo a los periodistas que se vean afectados por sus investigaciones antes de publicar su crítica. El diario brasileño Folha, que se edita en Sao Paulo, permite a los periodistas a publicar alguna réplica al artículo hecho por el ombudsman.

En sí el rol del Ombudsman permite a los que trabajan en los medios de comunicación a asumir una mayor responsabilidad, basado en principios éticos en la tarea que desempeñan. De allí que las medidas de autorregulación sirvan para discriminar los malos comportamientos que no se ciñen a la ética profesional.

No se debe temer al trabajo del Ombudsman si se ha hecho un trabajo riguroso en el ejercicio periodístico. Hay que promover la cultura de la responsabilidad y dejar que este sea el enlace o vía de comunicación entre el medio informativo y el público. Los periódicos, las radios, las televisoras y los portales de Internet deberán de ser unidireccionales si quieren sostenerse en el tiempo y no desaparecer. Deberán comenzar a promover la comunicación de una forma más horizontal a diferencia de lo que ocurre en la actualidad que es el medio, no todos por supuesto, que de manera dictatorial fija las pautas.

A este mecanismo de supervisión en el control de la calidad no escapan los programas televisivos. Más bien no deberían escapar pues el Ombudsman sería el adecuado para analizar los contenidos, si estos no atentan contra la población infantil y si la publicidad que se difunde es la adecuada.

Pero en sentido inverso, el Ombudsman puede servir de informante ante la colectividad al darles a conocer el trabajo que realizan los periodistas para elaborar una noticia, y sin revelar las fuentes de los comunicadores puede aportar luces sobre la forma como se trabajó bajo un principio ético.

El ombudsman también puede servir de vía de comunicación en sentido inverso y a través del espacio del que suele disponer puede explicar cuáles han sido los pasos y los criterios seguidos al elaborar una determinada noticia, informando así al público acerca del trabajo periodístico y de los valores y criterios deontológicos que lo deben regir. De este modo el público puede obtener no sólo un conocimiento más preciso y fundado del proceder de su medio sino también del mundo periodístico en general, compensando la falta de conocimiento que suele darse en este campo.

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